el mar estaba quieto como un plato de sopa. Aunque el sol picaba era más pronto de lo que había pensado Copacabana. Unas brazadas. Hacer el muerto. Bucear con los ojos abiertos hasta la orilla.
Copacabana se sentó, aún mojado, a la barra del chiringuito. Se tomó un café caliente como el sol
y decidió que aquel día trabajaría más duro que el anterior.
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