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Lucifer —dice—. El ángel arrojado del paraíso.
Poca cosa sabemos de los ángeles, pero podemos dar por hecho que no necesitan oxígeno, que no palpitan. Allá en el paraíso, el ángel de las tinieblas, Lucifer, no tenía que respirar, no palpitaba. De repenete, sin previo aviso, se encuentra expulsado en ese extraño «mundo palpiante» en el que vivimos. «Errante»: dícese del individuo que elige su propio camino, que vive peligrosamente, que incluso ronda adrede el peligro. Sigamos leyendo.
desgracia, j. m. coetzee
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