Había alzado el vuelo que lo elevaría desde las profundidades hasta la deslumbrante esfera de la plenitud: su sangre todavía bullía por el impetuoso ascenso; por un instante tuvo que cerrar los ojos, igual que cunado uno respira hondo sólo para sentirse más completo, para disfrutar más intensamente, más particularmente de su yo intetior.
viaje al pasado, stefan zweig
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