jueves, 25 de noviembre de 2010

L2

Hoy he hecho un viaje de 2 horas (una para ir, otra para volver)
hasta llegar al lugar donde el viento da la vuelta
para conversar durante 20 minutos con
una chica muy agradable de la que no recuerdo el nombre_
más que conversar, ella hablaba sobre cosas
que a mi no me interesaban.
Rectifico:
Hoy he hecho un viaje de 2 horas
hasta llegar al lugar donde el viento da la vuelta para
no_escuchar durante 20 minutos a
una chica muy agradable de la que no recuerdo el nombre_

Sin embargo el lugar me ha impresionado:
hacía mucho sol y, evidentemente, mucho viento,
las calles estaban vacías, los colores eran nítidos,
las sombras neorrealistas y la atmósfera limpia y fría.

De vuelta a la civilización, he subido a un metro
vacío en el que un joven ocupaba uno de los
asientos reservados para ancianos y embarazadas
(que son de distinto color que el resto).

El joven lucía un corte de pelo trasnochado,
una barba exageradamente abundante y
una chaqueta marrón_aburrido (tono recién patentado)
y llevaba un ramo de flores tan excesivo y fuera de lugar
como su barba, como su peinado, como todo él.

Me ha gustado tanto aquel joven
que me he sentado cerca
para observarlo detenidamente_
sus ojos, que tras unas gafas muy propias
me miraban intermitentemente, eran tan nítidos
y amplios como el lugar que acababa de conocer,
su caída de hombros le daban un aire de
bondad perturbadora y su manera de coger el ramo
denotaba paciencia y sinceridad.

Tras pocos minutos, el joven se ha levantado
y se ha colocado frente a la puerta, a la espera que
el metro se detuviera en la siguiente estación.
_Con una mano se agarraba a la barra
con la otra asía el esperpéntico ramo.

El metro se ha parado,
en el cristal su reflejo le observaba,
el joven ha apretado el botón,
las puertas se han abierto
y su reflejo seguía ahí, sin ramo pero
mirándole con la misma expresión.
Mi pánico ha sido inminente_
he llegado a pensar que había muerto en aquel lugar inóspito,
que ese metro me llevaba a un purgatorio incierto y
que lo que veía no era más que una metáfora
de lo que había vivido y dejado atrás.
Y justo cuando asumía
que no entendía para nada esa metáfora,
el joven del ramo ha saludado a su reflejo
y mientras uno entraba y el otro salía, han comentado la jugada:
...que llevo el ramo a mi prima que fue su santo...
(un tanto casposo hay que decir),
...que yo voy a comprar unos discos...,
...que mañana hemos quedado para cenar en casa de Ana...,
...que te llamo esta noche, quevayabien, quehastaluego...


Las puertas se han cerrado,
el joven con ramo ha subido las escaleras del andén
y el joven sin ramo se ha sentado en el mismo asiento
reservado para ancianos y embarazadas
que su amigo_.

me ha parecido un espectáculo maravilloso
y con una sonrisa estúpida
y mi libro abierto entre las manos,
me he quedado mirando al joven_sin_ramo
hasta el final del trayecto.

quizá sea el viaje de una hora,
quizá sea mi libro,
quizá, no hay que descartarlo,
la música que escucho,
quizá esta semana asfixiante
o el deseo irreprimible i constante de
abrazar a mi_h,
quizá los lugares lejanos y extraños
en los que aterrizo cada vez más a menudo,
quizá las ansias de saber_conocer_aprender,
pero el mundo y lo que sucede en él
_me fascina.

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