el cerezo también cumple treinta años

Muchas veces pienso que de alguna manera
mi hermana sigue sentada en la rama de aquel cerezo
que tiene su misma edad: treinta años.

Abstraída de una realidad que no siempre la convence,
resistiéndose aún a aceptar la mediocridad y la rutina
que nos vienen impuestas por el simple hecho de ser uno más.

Pero la rama del cerezo ya no es una rama.

Ahora, tiene a su gente, cuya ausencia la mataría;
y tiene la música y las palabras.

Las palabras.
Pasa horas delante de una pantalla llena de palabras,
algunas escritas por ella,
otras por gente que no siempre sabe que las lee y las vuelve a leer
hasta que pierden el sentido para el que fueron escritas.
La palabra es su trabajo;
pero también su mejor arma, su cómplice y su paisaje diario.
Cada día,
en un rincón de mi tiempo abro su vida escrita,
la leo y la admiro,
aunque no se lo digo pero ella lo sabe.

La música.
La música es su energía,
la acompaña,
la hace bailar,
la hace reír.

Os diría incluso
que creo que las palabras y la música
a menudo la reconcilian con la vida.
Y la envidio.

Envidio la manera deshinibida que tiene de disfrutar la vida,
porque sí,
de ponerse las faldas,
de fijarse en pequeños detalles cotidianos
que, de repente, inmortaliza para que sean distintos,
de pintarse las uñas a medias
hasta que a fuerza de verlas, gustan,
de cortarse el flequillo,
de cuidar sus cosas porque son suyas y las quiere,
su ingenioso punto de vista,
su imprevisible sentido del humor.

Y pienso de verdad de verdad
que tiene suerte de tenerse.

Y nosotros de tenerla.

Suerte de pensar lo que piensa,
de escribir lo que escribe,
de cantar lo que canta.

Suerte de cumplir 30 que empiezan mañana.

Preparada...
Lista...

FELIÇOS 30!!!

marta da pena (16.05.12)