"Ignoro si la vida es en sí buena o mala. Nada es más inútil, que la eterna discusión entre los optimistas y los pesimistas, por la excelente razón de que nadie en el mundo posee cualidades suficientes para juzgar lo que vale la vida; los vivos no pueden hacerlo porqué están interesados en el debate y son objeto del mismo; los muertos tampoco pueden, porque están muertos. Lo que vale la vida en su totalidad nadie puede decirlo; ignoraré para siempre jamás si hubiera sido mejor para mí existir o no existir.
Pero, ya que vivo, quiero que la vida sea en mí y fuera de mí tan exuberante, tan lujuriosa, (...) como sea posible. Diré, pues, sí a todo lo que haga la vida más bella, más digna de ser vivida, más intensa. Si se me demuestra que el error y la ilusión pueden servir al desarrollo de la vida, diré sí al error y la ilusión; si se me demuestra que los instintos calificados de malos por la moral actual -por ejemplo, la dureza, la crueldad, el engaño, la audacia temeraria, el genio belicoso- son de tal naturaleza que aumentan la vitalidad del hombre, diré sí al mal y al pecado; si se me demuestra que el sufrimeinto concurre tanto como el placer a la educación del género humano, diré sí al sufrimeinto.
Al contrario, diré no a todo lo que disminuya la vitalidad del hombre. Y si descubro que la verdad, el bien, en una palabra, todos los valores reverenciados y respetados hasta el presente por los hombres son dañinos para la vida, dirá no a la ciencia y a la moral."
No hay comentarios:
Publicar un comentario