Una vez más, noté que una especie de ligereza se apoderaba de sus extremidades, un moderado descanso de la bruma de inquietud y anticipación a la que acabaría volviendo. Qué poco podía ofrecerle, pemsé. Solo aquellas rodajas de consuelo, como si estuviera dando de comer a un animal raro en el zoo.
cineclub, david gilmour
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