domingo, 20 de febrero de 2011

pág. 29

Una vez más, noté que una especie de ligereza se apoderaba de sus extremidades, un moderado descanso de la bruma de inquietud y anticipación a la que acabaría volviendo. Qué poco podía ofrecerle, pemsé. Solo aquellas rodajas de consuelo, como si estuviera dando de comer a un animal raro en el zoo.

cineclub, david gilmour

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